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Cegados Parte I
FransГЎnchez


Una potente luz de origen desconocido deja a la mayorГ­a de la poblaciГіn ciega. Solo unos pocos escapan a esta situaciГіn. Unos se aprovecharГЎn de su ventaja, otros ayudarГЎn a los demГЎs. La historia estГЎ dividida en varios capГ­tulos, la misma situaciГіn vista por diferentes protagonistas. Una serie de relatos independientes entre sГ­, pero a la vez interrelacionados entre ellos. Llega hasta el final de los acontecimientos y descubre el origen de la catГЎstrofe y el devenir de sus protagonistas.





FransГЎnchez

Cegados Parte I




Cegados


Parte I


Por FransГЎnchez



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Saga Cegados


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CalificaciГіn por edades: mayores de 18 aГ±os


В© 2018 Francisco JosГ© SГЎnchez Contreras

В© Imagen de portada 2016 Francisco JosГ© SГЎnchez Contreras

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Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

CalificaciГіn por edades: mayores de 18 aГ±os

2.ВЄ ediciГіn

Impreso en EspaГ±a

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Episodio 1

El InformГЎtico






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EMITIГ“ UN DESESPERADO quejido al sentir un intenso dolor agudo, entreabriГі los ojos y vislumbrГі a alguien vestido de blanco. Sus pГЎrpados volvieron a cerrarse y otra dolorida punzada le obligГі a despertar. El frenesГ­ de personal con batas y pijamas blancos por toda la sala era incesante. Aquella marea de actividad que pululaba de un lado para otro le sobrepasaba, no sabГ­a dГіnde se encontraba ni que sucedГ­a, intentГі incorporase, pero le fallaron las fuerzas, optГі por desistir y volver al mundo de Morfeo.

–¿Cómo te llamas?, ¿qué cómo te llamas? —oía con insistencia.

–Ra… fa… —balbuceó con los dos ojos cerrados.

–¿Cuántas pastillas te has tomado? ¿Qué cuántas pastillas te has tomado? —volvió a interrogar la joven con voz firme y decidida.

Le costaba mantener los ojos abiertos, solo le apetecГ­a dormir y aquella gente le estaban incordiando.

–Dejadme… tengo… sueño…

–De eso nada. ¡Espabila! —ordenó la voz.

El dolor provocado por la fuerte presiГіn en el lГіbulo de su oreja le abriГі los ojos, buscГі enfadado la causa de aquel ataque, pero sus muГ±ecas estaban maniatadas a la camilla.

–Tranquilo, colabora, es por tu bien.

ComprendiГі que se encontraba en el hospital, en urgencias, estaba muy somnoliento, pero vivo. Lo Гєltimo que recordaba fue el titГЎnico esfuerzo que realizГі para pulsar la roja tecla de emergencias de su telГ©fono mГіvil de Гєltima generaciГіn.

De sГєbito se encontrГі mГЎs lГєcido y espabilado, la inyecciГіn por vГ­a intravenosa que le aplicГі el enfermero por orden de la joven doctora le habГ­a hecho un efecto inmediato. La facultativa, ya en un tono mГЎs suave, comenzГі a interrogarle para realizarle su historia clГ­nica. Que si tenГ­a alergias, si padecГ­a alguna enfermedad, si tomaba algГєn tratamiento, antecedentes familiares. Rafa contestaba dГіcilmente mientras quedaba embobado por la belleza de la doctora; В«AliciaВ», pudo leer de soslayo en la tarjeta identificativa que colgaba de su bata desabrochada.

Por primera vez en su vida, se sintiГі relajado, tranquilo y a gusto con una mujer, a excepciГіn de su madre por supuesto. Se entretuvo contemplando a Alicia, su vaivГ©n por la sala, escribir en el ordenador, susurrar Гіrdenes a las enfermeras con un aterciopelado acento del norte:

–Lavado de estómago con carbón activado y después consulta con psiquiatría.

Rafa permanecГ­a fascinado, Alicia era alta y esbelta, morena con pelo largo atado en una coleta de caballo, ojos azules, labios carnosos. Sus pechos turgentes intentaban escapar del generoso escote, cintura de avispa, tras la bata se le adivinaba un culo prieto.

–Sí, mi turno de hoy es de veinticuatro horas, salgo a las ocho de la mañana —escuchó decirle a un compañero.

Tras el tГ­pico sermГіn sobre las bondades de la vida y la estupidez del suicidio, le inculcГі ГЎnimos para buscar soluciГіn a sus problemas. Alicia se despidiГі muy amable y contoneГЎndose por la sala de pacientes crГ­ticos se dirigiГі al pasillo, hacia su consulta. DebГ­a continuar atendiendo a la larga cola de pacientes que seguГ­an esperando atenciГіn mГ©dica en la sala de espera. Rafa la observГі obnubilado mientras se alejaba.

Tras terminar de vomitar fue trasladado al ГЎrea de psiquiatrГ­a. A primera hora de la maГ±ana no tuvo mГЎs remedio que mantener una larga y sincera charla con el especialista.

Rafa fue un niГ±o gordito, de estilo rechoncho, un negado para el deporte y todos los juegos que requerГ­an un esfuerzo fГ­sico. Dado su peculiar aspecto, tuvo problemas con frecuencia en el colegio y en su pequeГ±o pueblo natal, famoso por su puente de hierro, aledaГ±o a la sierra de la Alpujarra de Granada.

Siempre fue el centro de las burlas y desprecio de sus compaГ±eros, se mofaban bastante de Г©l. Esto le provocГі un gran aislamiento social, convirtiГ©ndose en un solitario. En su infancia solo encontrГі refugio en las novelas, tebeos y enciclopedias de historia, convirtiГ©ndose en un ГЎvido devorador de literatura de todos los gГ©neros.

AlcanzГі su adolescencia padeciendo una timidez extrema. La Гєnica ventaja es que disponГ­a de mucho tiempo libre para dedicar al estudio y a una de sus aficiones favoritas, la informГЎtica.

GenГ©ticamente se parecГ­a mГЎs a su padre que a su madre, por lo que heredГі su pelo escaso y grasiento, asГ­ como su baja estatura.

Su traslado a la ciudad y la entrada en el ambiente universitario no le cambiГі demasiado la vida. Ya lucГ­a ademГЎs una prematura alopecia y una gran miopГ­a adornadas con unas gruesas y poco estilosas gafas de alta graduaciГіn que resaltaban aГєn mГЎs su morfologГ­a.

Se licenciГі con excelentes notas, lo que le permitiГі buscar con facilidad su futuro profesional como programador. Lo encontrГі en AlmerГ­a, ciudad del sureste, en la costa mediterrГЎnea. Pero a demasiada distancia de la Гєnica relaciГіn estable y cariГ±osa de toda su vida, su pequeГ±a familia. AdecuГі su trabajo a su estilo de vida, se convirtiГі en su propio jefe. Su profesiГіn la realizaba en casa, sin horario. Le presentaban el desarrollo de una aplicaciГіn o el diseГ±o de una pГЎgina web, solo debГ­a concentrarse, sumergirse en la tarea y dedicarle todo su tiempo. DescubriГі que por la noche trabajaba mejor, las conexiones de Internet fluГ­an mГЎs despejadas, su ordenador iba mucho mГЎs rГЎpido y las pГЎginas web subГ­an con mayor velocidad. AsГ­ que cambiГі sus hГЎbitos de vida, dormГ­a mГЎs por la maГ±ana y trabajaba en sus proyectos durante las tardes y las noches.

Un dГ­a se descubriГі con cuarenta aГ±os, sin amigos, sin pareja, sin familia, sin relaciones, solo y amargado. Dada las circunstancias de su vida, siempre tuvo una personalidad depresiva que solventaba con medicaciГіn y muchas horas de trabajo.

Le gustaba mucho el sexo, como a casi todo el mundo, aunque nunca habГ­a mantenido relaciones, era virgen e incapaz siquiera de charlar de cosas banales con ninguna mujer. Se ponГ­a tan nervioso que apenas conseguГ­a articular palabra, provocГЎndole una ridГ­cula tartamudez. En una ocasiГіn, reciГ©n llegado a la ciudad, intentГі contratar los servicios profesionales de una prostituta. Al subir a la habitaciГіn de la pensiГіn, mientras la chica se desnudaba, se sintiГі tan nervioso que un amargo sabor de boca le provocГі unas arcadas que no pudo reprimir, sin previo aviso y sin poder evitarlo vomitГі sobre la prostituta. La chica, que ya habГ­a cobrado por adelantado, entrГі en cГіlera y encontrГі la excusa perfecta para finalizar su trabajo y largarle a base de gritos:

–¡Pero será asqueroso el gordo seboso este! ¡Como que me llamo Susana, que no me vuelvas a buscar en tu vida! ¡Cerdo! ¡A la puta calle!

Tras la colosal bronca, Rafa, muy avergonzado, saliГі apresuradamente huyendo de allГ­ en un lamentable estado de ansiedad. DespuГ©s de esta nefasta experiencia, su sexualidad continГєo reduciГ©ndose a su colecciГіn de pelГ­culas porno y a su muy querida y fiel amiga В«masturbaciГіnВ». Sus circunstancias vitales le provocaron un fuerte rechazo a la sociedad, un resentido y profundo odio general.

Aquella fatГ­dica madrugada las cosas iban rematadamente mal. Estaba atascado, como espeso, no le salГ­a nada bien. DecidiГі tomarse un descanso, ver un poco la tele. No habГ­a nada interesante, multitud de programas de concursos de llamadas, esos de respuesta muy fГЎcil, ganchos para sacarle dinero a la gente vГ­a telefГіnica. EncontrГі en un canal de televisiГіn local una estupenda y guapГ­sima chica, con unas curvas impresionantes. Realizaba un strip tease al ritmo de una suave mГєsica, a los cinco minutos ya tenГ­a una erecciГіn y tras otros cinco minutos se limpiaba el semen con un paГ±uelo.

Siguió sintiéndose mal, fue al botiquín a tomarse su acostumbrada píldora antidepresiva pero en un arrebato, entre lágrimas, se tomó el frasco entero. Se tumbó a esperar en el sillón, mientras seguía viendo en la televisión lo que más añoraba, el suave y aterciopelado contacto humano de una mujer. Cada vez le costaba más sujetar los párpados, insistían en cerrarse, no podía con ellos. No supo por qué, movido por un resorte inconsciente, quizás el instinto de supervivencia, alargó el brazo intentando coger el móvil de la mesa, el cable que lo mantenía enchufado para cargar la batería lo impidió y este cayó al suelo hacia el otro lado. Rafa se levantó para recogerlo, sus piernas ya no le sostenían y también cayó al suelo. Tras arrastrarse, consiguió alcanzarlo, estaba apagado, lo encendió con dificultad. No podía fijar la vista para marcar el pin, pulsó el botón rojo de emergencias y al escuchar la voz de la operadora, solo alcanzó a suspirar «socorro» antes de perder el conocimiento…

Rafa saliГі del hospital convencido de la idiotez que habГ­a cometido, el lavado de estГіmago habГ­a sido una experiencia que no querГ­a volver a repetir jamГЎs. Le habГ­a costado convencer al psiquiatra de que la crisis autolГ­tica habГ­a cesado y que se tomarГ­a las cosas de otro modo, encarando los problemas de su vida.

LlegГі a su casa, pero le aguardaba una desagradable sorpresa, la puerta estaba destrozada, solo se mantenГ­a cerrada por unas pegatinas de la policГ­a local con la leyenda de В«No pasarВ». El interior estaba algo revuelto, estaba muy cansado para ordenar, le apetecГ­a dormir, asГ­ que dejГі el desorden para despuГ©s y bloqueГі la puerta con una simple silla. Se acostГі dejando su dormitorio a oscuras, con las persianas completamente bajadas y la opaca cortina extendida, como era su costumbre. Mientras entraba en el sueГ±o no pudo reprimir pensar en Alicia que le habГ­a causado una honda impresiГіn, sabГ­a que era inalcanzable, ella nunca se fijarГ­a en un tipo como Г©l. Se durmiГі mientras fantaseaba como podrГ­a conseguir atraer su atenciГіn.

DescansГі durante varias horas, aunque, a pesar de tener un sueГ±o profundo, unas voces lejanas le despertaron. Estaba empapado en sudor, volviГі a oГ­r voces, pero esta vez mГЎs cerca. AbriГі la puerta del dormitorio y la voz se oyГі con mГЎs fuerza, no entendГ­a lo que decГ­a, pero sГ­, era aquГ­ en su piso, dedujo que alguien se habГ­a colado en casa aprovechando la rotura de la puerta.

–¡Un ladrón! —pensó preocupado.

TenГ­a unos equipos informГЎticos por valor de mГЎs de quince mil euros, se iba a enterar el В«chorizoВ», cogiГі una pesada lГЎmpara de la mesita de noche y se dirigiГі con sigilo hacia la cocina de dГіnde provenГ­a el ruido. EntrГі y se encontrГі al individuo de espaldas, como no era del gГ©nero valiente quiso evitar un enfrentamiento, no lo dudГі y le asestГі un fuerte golpe en la cabeza. El delincuente cayГі al suelo inconsciente y un hilillo de sangre que manaba de la cabeza, invadiГі con rapidez el suelo de la cocina. La visiГіn de tanta sangre le asustГі.

–«Me lo he cargado» —pensó.

Se arrodillГі y volteГі el cuerpo dejГЎndolo boca arriba.

–¡Mierda, pero si es el vecino!

No sabГ­a ni cГіmo se llamaba, solo le conocГ­a de В«holaВ» y В« adiГіsВ» en el pasillo. Le tomГі el pulso y no lo encontrГі, no respiraba, efectivamente estaba muerto.

Le entró pánico y mil pensamientos brotaron en su mente: la policía, la detención, el juicio, la cárcel…

–Serénate Rafa —pensó en voz alta.

PodrГ­a alegar que fue en defensa propia, que estaba bajo los efectos de una fuerte medicaciГіn, ademГЎs que demonios hacia el vecino en su casa, Вїcurioseando? Pero, Вїy sГ­ no estaba muerto?, Г©l no era mГ©dico. Lo mejor era pedir ayuda, asГ­ que cogiГі el mГіvil y marcГі el 112, la lГ­nea estaba ocupada. VolviГі a intentarlo con el 061, lГ­nea ocupada, marcГі entonces el 092, este si daba llamada, aunque no lo cogГ­an.

–«Que vergüenza de país» —pensó.

Lo intentГі con el 091, una grabaciГіn le indicaba que volviera a llamar pasados unos minutos. DecidiГі centrarse en el 112 y marcГі de nuevo, ocupado, estuvo pulsando rellamada durante unos minutos y nada.

ObservГі mГЎs detenidamente al vecino, por el charco de sangre que habГ­a avanzado por la cocina y la creciente lividez de su cara, supo con certeza que habГ­a fallecido. DecidiГі bajar a la calle a pedir ayuda, nada mГЎs salir del portal se dio de bruces con un seГ±or.

–Ayúdeme —le espetó.

Su interlocutor le respondiГі malhumorado:

–¿Qué?, ¿también está ciego?, ¿otro con la bromita?, ¡pues váyase a la mierda!

Y se alejГі dando pequeГ±itos golpecitos de un lado a otro de la acera con su blanco y alargado bastГіn.

Rafa no entendГ­a nada, de pronto se percatГі de un extraГ±o alboroto y al prestar atenciГіn reparГі en el paisaje, era dantesco. Multitud de vehГ­culos habГ­an colisionado entre ellos, otros fusionados por grandes impactos, irreconocibles, algunos humeaban, otros ardГ­an, otros se hallaban empotrados en las tiendas y en los locales comerciales. Un automГіvil de un conocido fabricante francГ©s, colgaba peligrosamente del desnivel de una rampa de acceso a un aparcamiento subterrГЎneo.

La gente pedГ­a ayuda y auxilio sin cesar. Se movГ­an con torpeza y sin sentido, tropezando con la maraГ±a desordenada de coches, de hierros retorcidos, de piezas y partes de vehГ­culos, defensas, retrovisores y puertas arrancadas, chatarra diversa esparcida por el asfalto.

Algunas personas envueltas en llamas, otras yacГ­an inmГіviles en el suelo, ensangrentadas, otras patinaban y caГ­an cГіmicamente en la calzada por la capa de aceite y residuos que derramaban los coches destrozados. Otros, asustados, permanecГ­an dentro de los vehГ­culos accidentados. Algunos viandantes permanecГ­an abrazados entre ellos, apiГ±ados, formando una extraГ±a reuniГіn, como una melГ© en un partido de rugby.

Le causГі una honda impresiГіn un autobГєs de lГ­nea que habГ­a colisionado con una de las paradas de mГЎs afluencia, aplastando y arrollando a un numeroso grupo de ciudadanos, sembrando la acera de cuerpos mutilados en diferentes formatos, miembros amputados y vГ­sceras baГ±adas en sangre.

En otra zona de la calle observГі como una seГ±ora caГ­a rodando por una escalinata, quedando inmГіvil en el suelo. A otro seГ±or, lo vio hundirse dentro de una zanja de obras, otro tropezГі sobre una alfombra de cristales de un escaparate roto produciГ©ndose varios cortes en manos y brazos. De pronto un vehГ­culo humeante explotГі, fulminando a las personas de alrededor y provocando una lluvia mortal de chatarra y escombros que alcanzГі a otro grupo prГіximo.

GirГі la cabeza para mirar calle abajo y el panorama era similar en toda la avenida, con diversos focos de incendios que provocaban una humeante niebla.

Rafa quedo petrificado por la sorpresa, ВїquГ© habГ­a pasado?, por mucho que lo pensaba no sabГ­a que sucedГ­a. Por sorpresa alguien colisionГі con Г©l y le cogiГі fuerte del brazo, con gran angustia le suplicaba y suplicaba ayuda. Otro le tropezГі por detrГЎs y le agarrГі de la cintura, pidiГ©ndole auxilio a gritos. Un individuo muy cercano braceГі al aire consiguiГ©ndole coger por la otra muГ±eca, mientras un niГ±o de unos siete aГ±os se abrazaba a su muslo, y casi al unГ­sono, por delante, una madura seГ±ora de unos cincuenta aГ±os se abrazaba con fuerza a su cuello. Rafa estaba atrapado, rodeado y mientras todos voceaban, intentГі zafarse con fuerza sin conseguirlo. No podГ­a moverse, le estaban haciendo daГ±o y se sintiГі muy agobiado, intentГі razonar con ellos pero habГ­an entrado en una especie de histeria colectiva, todos hablaban a la vez imposibilitando la comunicaciГіn. Ya no aguantaba mГЎs, se acercaban mГЎs personas, asГ­ que optГі por perder el equilibrio y tirarse al suelo arrastrГЎndolos a todos. ConsiguiГі que algunos le soltaran, allГ­ le fue mГЎs fГЎcil desasirse del resto y rodar unos metros. Se levantГі con rapidez, dolorido y erosionado doblГі la esquina.

Intentaba reponerse del susto cuando de pronto alguien volviГі a colisionar con Г©l y volviГі a cogerle fuerte del brazo mientras le imploraba y le imploraba ayuda. Le reconociГі enseguida, era el encargado del supermercado de los bajos de su edificio.

–¿Qué le ocurre vecino? ¿Qué ha pasado? —preguntó.

–No veo, no veo nada, no hay luz, todo está oscuro, no puedo abrir los ojos —contestó.

–¿Cómo que no ve, es qué le ha caído algo dentro, algún líquido o arena? —replicó Rafa mientras le miraba directamente a los ojos.

TenГ­a los pГЎrpados cerrados y algo hinchados, sus pestaГ±as estaban como soldadas por una pasta amarillenta y viscosa que le supuraba por los lagrimales.

–¡No, la luz cegadora, la luz cegadora!, —repetía sin sentido.

Rafa seguГ­a sin entender nada y aquel hombre decГ­a cosas incoherentes.

–¿Qué luz cegadora?, cálmese y cuéntemelo todo para que pueda ayudarle —le dijo.

El encargado se sosegГі un poco, le narrГі cГіmo estaba en su supermercado, despidiendo a unos clientes, cuando de pronto todo se volviГі blanco, una potente luz apareciГі de improviso y lo invadiГі todo durante unos segundos interminables. DespuГ©s le surgiГі un gran dolor en los ojos y desde ese momento habГ­a perdido la visiГіn, estaba ciego, le costaba mucho abrir los ojos, aunque consiguiera abrirlos, seguГ­a sin ver nada. TambiГ©n le narrГі cГіmo escuchГі los frenazos, los pitidos de los vehГ­culos, las colisiones y el griterГ­o. Le preguntГі si habГ­a pedido ayuda, le respondiГі que sГ­, pero nadie habГ­a acudido, le comentГі que habГ­a tropezado con varias personas, le parecГ­a que estaban en sus mismas condiciones.

HacГ­a un calor extremo, inusual para esa Г©poca del aГ±o, Rafa seguГ­a empapado en sudor y le costaba mucho pensar y tomar decisiones. Se soltГі del brazo del encargado y se dirigiГі calle abajo, mientras este gritaba de nuevo solicitГЎndole ayuda. SiguiГі caminando, eludiendo y esquivando a todo el que se encontraba a su paso, habГ­a aprendido la lecciГіn.

Al pasar junto a un vehГ­culo estacionado se percatГі de que el conductor intentaba conectar repetidas veces con emergencias por el В«manos libresВ», las lГ­neas no funcionaban, esa historia le sonaba cercana. Mientras observaba esta escena, dedujo que no vendrГ­a nadie a ayudar, todo el mundo estarГ­a llamando a las lГ­neas de emergencias, ademГЎs Вїy si los servicios de ayuda estaban igual y tambiГ©n habГ­an perdido la vista?, Вїy si no habГ­a nadie para socorrerles?, Вїy si estaba Г©l solo para encargarse de todo el mundo? HabГ­a muchГ­sima gente, ВїcГіmo podrГ­a Г©l organizarlo todo?, ВїquГ© hacer primero?, ВїquГ© decisiones tomar?, empezГі a notar el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, le entrГі un fuerte pГЎnico y echГі a correr.

Mientras bajaba la avenida sin rumbo fijo, la visiГіn de las calles adyacentes era muy similar: humo, gritos, desorden, caos, chatarra, cuerpos inertes, sangre, maraГ±as humanas. Rafa dejГі de correr enseguida, sus kilos de mГЎs y el sofocante calor se lo impedГ­an. TenГ­a mucha sed, asГ­ que se dirigiГі a un bar cercano. Pero antes de entrar, una anciana llorosa, con una rapidez y habilidad inusitada le asiГі del brazo pidiendo que la ayudase, tenГ­a una herida en la ceja que baГ±aba su rostro de sangre. Rafa la mirГі aterrorizado y sin pensarlo, casi por instinto le mintiГі:

–¡Ayúdeme usted, estoy ciego! —gritó Rafa.

La anciana le soltГі, comprendiendo que estaba en la misma situaciГіn que ella y que de poca ayuda le iba a servir. Rafa, sorprendido con la facilidad con la que habГ­a resuelto el problema, entrГі en el vacГ­o bar. HabГ­a una televisiГіn conectada, solo emitГ­a una imagen de una mesa vacГ­a, sin sonido. CambiГі de cadena buscando informaciГіn sobre lo que habГ­a pasado, en algunas emisoras la programaciГіn era normal, pelГ­culas, series, documentales. En otras era la hora de las noticias, pero no habГ­a noticias, en una enfocaban el suelo, en otra se veГ­a una sala con gente tanteando las paredes, el panorama resultaba hasta cierto punto cГіmico.

Se auto sirviГі una cerveza, luego otra tras otra, mientras reflexionaba. Se sentГ­a superado, sobrepasado por los acontecimientos, impotente, se auto convencГ­a de que su ayuda serГ­a como una gota de agua en el inmenso desierto, que Г©l poco podГ­a hacer. Г‰l ya tenГ­a sus propios problemas con los acontecimientos de la pasada noche, ademГЎs sentГ­a rencor y odio hacia esta sociedad que tantas zancadillas le habГ­a puesto durante su vida. Siempre se habГ­a sentido marginado, humillado, Вїpor quГ© iba a ayudarles ahora? PensГі que quizГЎs ahora era su momento, le invadiГі cierta sensaciГіn de venganza. En ese momento una chica joven y hermosa entrГі dentro del bar, tanteando y dando brazadas al aire. LucГ­a unos esbeltos muslos por culpa de una cortГ­sima minifalda que aleteaba al desplazarse, dejando al aire unos glГєteos divididos por un mini tanga. Rafa se levantГі y titubeГі, los efectos del alcohol nublaron su razonamiento, se quedГі pensativo unos largos segundos. Se acercГі con sigilo por detrГЎs, la empujГі y la aprisionГі con fuerza sobre una mesa, la sorprendida chica se revolviГі con todas sus fuerzas mientras gritaba con gran desespero, a Г©l no le importaron sus gritos, ya que estos se solapaban con los de la calle. Con su peso impidiГі el forcejeo de la chica y esperГі con paciencia, trascurridos unos minutos las fuerzas de la chica fueron decayendo y ya con las defensas bajas, aprovechГі y se introdujo con torpeza dentro de ella. Tras unos breves y fuertes vaivenes, se aliviГі despuГ©s de muchos aГ±os de tensiГіn contenida. La joven ya solo tenГ­a fuerzas para llorar, Rafa se abrochГі atropelladamente la bragueta y la invitГі a sentarse para que descansara, le agarrГі con suavidad el brazo para guiarla pero la joven sacГі fuerzas de flaqueza volviendo a agitarse en un ataque de histeria y al sentirse liberada saliГі huyendo a lo loco, tropezГі con sillas y mesas hasta que se derrumbГі en el suelo magullada y agotada.

Rafa saliГі del bar girando la cabeza en todas direcciones, asegurГЎndose que nadie hubiera sido testigo de los hechos, dejando a la pobre chica allГ­ abandonada entre lastimeros sollozos, pensando que su primera vez le habГ­a parecido incГіmoda y demasiado fugaz.

Caminaba sin remordimientos, convenciéndose de la justificación de sus actos, de lo mal que la sociedad se había portado con él, de lo moral y de lo inmoral, que debía adaptarse a la nueva situación y si esta le favorecía, la iba a aprovechar. No le debía nada a nadie, se sentía bien, casi eufórico, seguro de sí mismo, pensaba que sus problemas personales, que su complejo de inferioridad, podrían diluirse ante el inesperado giro de acontecimientos. No tenía obligación de ayudar a la comunidad, de la que nunca se sintió parte. Además no era un héroe, ni bombero, no era policía, no era médico, no era médico… ¡médico!, en ese instante recordó a Alicia, la intensa, buena e impactante impresión que le había causado. Ella sí merecía ser salvada, tenía que ayudarla, por ella sí era capaz de esforzarse, por ella sí podría ser un héroe, sería su héroe, así encontraría la forma de lograr atraer su atención.

BuscГі un coche disponible, el que encontrГі, tenГ­a las llaves puestas, sonaba mГєsica a bajo volumen en la radio. QuizГЎs radiaban algГєn noticiario, sintonizГі emisoras, sonaban programas varios, con seguridad de esos pregrabados, en una cadena la locutora pedГ­a ayuda, se habГ­a quedado ciega. SiguiГі buscando y en una consiguiГі alguna vaga noticia, el locutor, que tambiГ©n habГ­a perdido la vista, aunque no los nervios, emitГ­a repetidamente una especie de parte de emergencia. Narraba como la mayorГ­a de las lГ­neas telefГіnicas estaban saturadas, por un exceso de llamadas. Que todo se iniciГі con una potente luz cegadora de la que desconocГ­an las causas. Aventuraba varias hipГіtesis, podrГ­a ser por una bomba atГіmica, posibilidad poco probable, el paГ­s no sufrГ­a amenazas directas ni motivos para ninguna agresiГіn. Tampoco se descartaba algГєn nuevo tipo de ataque terrorista. QuizГЎs la entrada de un gran meteorito en la atmГіsfera provocara una gran llamarada, otra posibilidad era por un desconocido efecto climatolГіgico o alguna anomalГ­a provocada por el Sol como una enorme erupciГіn solar. El locutor continuaba dando algunos consejos bГЎsicos, permanecer en casa porque ser el lugar mГЎs seguro, el que mejor conocГ­amos de memoria, no aventurarse en la calle por ser peligroso y esperar a recibir ayuda.

–¡Ja!, ayuda, —pensó Rafa con ironía.

ArrancГі el coche y empezГі a conducir por la desolada calle, era imposible avanzar, habГ­a que esquivar los demГЎs vehГ­culos parados, ya que circular, no circulaba ninguno. Lo peor era la gente, estaban en medio de la calzada y se movГ­an muy lentos, cuando conseguГ­a que un peatГіn abandonara la trayectoria, por otro lado se volvГ­a a interponer otro, iba a tardar horas en llegar al hospital. TenГ­a que buscar otro medio de transporte, le parecГ­a demasiado fuerte la posibilidad de avanzar atropellando gente. AbandonГі el coche y anduvo un rato, ya empezaba a adaptarse a la nueva situaciГіn evitando el ГЎrea de acciГіn de los afectados. HacГ­a el menor ruido posible y si no tenГ­a mГЎs remedio, gritaba ayuda, imitando a los demГЎs.

EncontrГі un ciclomotor, nunca habГ­a sido demasiado hГЎbil conduciГ©ndolos, aunque podrГ­a servirle. Se dirigiГі con torpeza al hospital y claro que este vehГ­culo era mucho mГЎs prГЎctico, era mГЎs fГЎcil esquivar personas y vehГ­culos.

EntrГі por urgencias, aquello se parecГ­a mucho a las pelГ­culas de zombis que tanto le gustaban, caos y desorden por todos lados. Por supuesto el personal sanitario tambiГ©n estaba afectado, nadie ayudaba a nadie, bastante tenГ­a cada uno con lo suyo. DeambulГі por los pasillos, las salas y las consultas, no la encontrГі. ВїDГіnde estarГ­a?, de pronto recordГі que la noche pasada Alicia le comentГі a otro compaГ±ero que salГ­a a las ocho de la maГ±ana, por lo que pensГі que quizГЎs podrГ­a estar en el aparcamiento. Se dirigiГі allГ­ con la moto, no la encontrГі. ObservГі un poco por los alrededores, hasta que vio una zona en obras con un cartel que decГ­a estacionamiento de personal, perdonen las molestias, estamos trabajando para mejorar. Se acercГі y de pronto la vio, estaba sentada en un bordillo a la sombra, con unas gran gafas de sol cubriГ©ndole los ojos, le acompaГ±aba alguien, supuso que un compaГ±ero.

–Hola, ¿necesitan ayuda? —preguntó Rafa.

Alicia se levantГі de un respingo, entre asustada y sorprendida.

–Sí, sí, nos hemos quedado ciegos después del gran resplandor, llévenos a urgencias por favor, hace horas que no ha pasado nadie por aquí. No nos hemos atrevido a ir nosotros porque la zona está plagada de agujeros y hoyos de la obra.

Rafa le explicГі que iba en moto y que solo podГ­an ir de uno en uno. AyudГі a subir a Alicia, le indicГі que se agarrara fuerte, emprendieron la marcha mientras notaba los pechos de Alicia clavados en su espalda.

Rafa pensГі que era hora de tomar decisiones, desde luego no iba a ir a urgencias, Вїpara quГ©?, allГ­ no habrГ­a nadie que pudiera ayudar. DecidiГі llevarla a casa y le ocultarГ­a que habГ­a sido su paciente la noche anterior. Al bajar de la moto, Alicia, extraГ±ada, le indicГі que habГ­an tardado demasiado en llegar a urgencias. PreguntГі quГ© sucedГ­a, tras oГ­r los gritos de auxilio de la gente que se dirigГ­an torpes hacia ellos, siguiendo el ruido de la moto. Apresurado le informГі que allГ­ no estaban a salvo, que se encontraban en peligro. Luego se lo explicarГ­a todo con mГЎs calma porque era imperante salir allГ­, le implorГі un poco de confianza y tras vencer las sospechas de Alicia, consiguiГі que subiera a casa.

La sentó en el sofá, Alicia le pidió agua, Rafa fue a la cocina a por un vaso y ¡sorpresa…! allí continuaba el cadáver de su vecino. Por la frenética sucesión de acontecimientos le había olvidado por completo.

SintiГі pena por Г©l y se lamentГі por su mala suerte, comprendiГі que debido a la ceguera entrГі por error en su piso. Los remordimientos le castigaban porque aquella situaciГіn podrГ­a haberse evitado si Г©l hubiera actuado de otro modo, si hubiera intentado asustarle, si hubiera intentado dialogar, claro que a toro pasado todo se ve mГЎs claro y aquello ya no tenГ­a soluciГіn.

VolviГі al salГіn y tras apurar el vaso de agua, Alicia preguntГі por su compaГ±ero de trabajo que esperaba en el aparcamiento del hospital. Rafa, antes de nada, le dio una breve explicaciГіn de la situaciГіn actual, donde todo el mundo habГ­a perdido la visiГіn, donde no funcionaba ningГєn servicio pГєblico y le adornГі, con gran exageraciГіn para influirle temor, que bandas de supervivientes realizaban saqueos, pillajes y asesinatos. Le contГі que gracias a que estaba durmiendo completamente a oscuras cuando sucediГі el fenГіmeno, no estaba afectado. Le surgiГі de repente la idea que mГЎs gente como Г©l podrГ­a no estar ciega, se reservГі ese problema para mГЎs adelante.

PidiГі a Alicia que le esperase allГ­, mientras iba a recoger a su amigo. Le cerrГі la puerta del salГіn por seguridad y para que no se percatara de que sacaba el cadГЎver. Tras arrastrar al pesado vecino a la calle lo depositГі al lado de una pared.

Bueno, habГ­a que empezar a organizarse y solucionar prioridades. TenГ­a que pensar en la comida, en la seguridad, en las medicinas, que suerte que contaba con un mГ©dico en casa. Ya resolverГ­a improvisando como buen espaГ±ol los problemas que fueran surgiendo.

EntrГі en el supermercado que se encontraba debajo de su casa, allГ­ se reencontrГі con su vecino el encargado. Bajo protestas y un forcejeo le sacГі a la calle, le arrebatГі las llaves, cerrГі las puertas y bajГі las persianas de seguridad. El encargado quedГі afuera impotente, golpeando la puerta y gritando.

–Ya se cansará —dijo Rafa.

RealizГі una pequeГ±a inspecciГіn, estaba surtido de alimentos y todo tipo de productos. Todos los congeladores funcionaban y estaban repletos de mercancГ­as. El supermercado tenГ­a una puerta trasera con acceso independiente al pasillo del bloque, podrГ­a entrar y salir con comodidad de la tienda sin necesidad de salir al incГіmodo exterior.

Al pasar por la zona de la fruterГ­a tuvo un inesperado encuentro, la ayudante del supermercado, una chica joven y rubia, se encontraba tumbada en un rincГіn. Se acercГі con sigilo y comprobГі que estaba dormida, Rafa no contaba con este contratiempo. Ahora tendrГ­a que volver a abrir las pesadas persianas metГЎlicas de la gran puerta para sacarla de allГ­ o la podrГ­a sacar por la puerta de atrГЎs y salir por la entrada del bloque. Lo pensГі unos momentos, mientras la observaba. La verdad es que la joven era atractiva, vestГ­a una bata corta que dejaba al aire un muslo terso y suave, sus labios eran carnosos y rosados. Lo pensГі mejor y tras una sonrisa lasciva, se le ocurriГі que su situaciГіn era ideal para conseguir saciar sus bajos instintos reprimidos durante aГ±os. Ahora era su momento y no iba a desaprovecharlo, su imaginaciГіn evocГі los instantes placenteros de un sultГЎn con sus concubinas, de un harГ©n, su particular harГ©n. Se sintiГі poderoso, fuerte, eufГіrico y un subidГіn de autoestima le animГі.

AllГ­ habГ­a mucha comida, podrГ­a alimentar otra boca mГЎs. Decidido a no expulsarla pensГі que no podГ­a dejarla allГ­, era un peligro para su despensa, podГ­a, por accidente, estropear algo, romper, o provocar un incendio, no quiso arriesgarse. PodrГ­a instalarla en su casa junto a Alicia, aunque lo reflexionГі mejor, quizГЎs mГЎs adelante. TenГ­a que pensar, pensar, se le ocurriГі una idea brillante, la casa de su vecino, В«fallecido por accidenteВ», era la vivienda contigua a la suya, por su cercanГ­a era mucho mГЎs prГЎctico para sus planes.

Necesitaba las llaves, asГ­ que saliГі por el portal del edificio, se acercГі al cadГЎver. BuscГі las llaves y al encontrarlas subiГі al piso, estaba vacГ­o. Con rapidez lo preparГі, lo ordenГі un poco, eliminГі los elementos peligrosos para un invidente y descendiГі de nuevo a por la chica. SeguГ­a dormida, tenГ­a que inventar una historia coherente para conseguir que subiera al piso sin problemas. BuscГі en la oficina y encontrГі una radio portГЎtil, sintonizГі la emisora que antes habГ­a escuchado, allГ­ seguГ­a aquel locutor con su corto parte de noticias, mГЎs cansado, pero allГ­ continuaba. DespertГі con suavidad a la chica, que tras unos instantes reaccionГі de forma brusca:

–Sigo sin poder ver, no veo nada, ¿quién es usted?, ¿qué ha pasado? —interrogó nerviosa la chica.

–Tranquilízate, me llamo Rafa, soy amigo, escucha la radio un momento y comprenderás la situación.

La chica oyГі las noticias, enmudeciГі sorprendida. Tras un breve llanto, preguntГі por su encargado, Rafa le dijo que no sabГ­a, que allГ­ no habГ­a nadie mГЎs, pero la chica oyГі los golpes en la puerta y preguntГі por ellos. Rafa le explicГі que eran bandas que querГ­an entrar a robar al supermercado y que debГ­an de marcharse de allГ­ ya que no estaban seguros. La chica asintiГі y ambos subieron hacia el piso del vecino donde la instalГі lo mГЎs cГіmoda posible.

Rafa le dio una larga charla sobre la nueva situaciГіn, el mundo habГ­a cambiado y habГ­a que sobrevivir. Ella estaba ciega, era dГ©bil e indefensa, no podГ­a valerse por ella misma. El exterior se habГ­a vuelto peligroso, por las bandas y porque para ella, ahora, el exterior era un nuevo y desconocido mundo, con sus barreras arquitectГіnicas y su dificultad para conseguir alimentos, medicinas, bienestar. Le dijo que no se preocupara, que Г©l la iba a cuidar, la alimentarГ­a, la ayudarГ­a, la protegerГ­a. De momento su hogar serГ­a este, que debГ­a memorizarlo y aprender la ubicaciГіn de los enseres para desenvolverse con seguridad.

La chica le agradeciГі mucho la ayuda, le comentГі que no sabГ­a cГіmo podrГ­a pagГЎrselo, Rafa aprovechГі la ocasiГіn y en un tono amigable, le tomГі la mano y le hizo saber que era soltero sin novia. Que necesitaba compaГ±Г­a, que tenГ­a necesidades, que ella podrГ­a llegar a ser una gran carga y una gran responsabilidad, pero harГ­a un gran esfuerzo por atenderla. Se inclinГі sobre ella y le robГі un beso, ella se sobresaltГі, se revolviГі y se apartГі asustada. Le hizo saber muy nerviosa que no le gustaba aquella situaciГіn, que la dejara marchar, que por favor la llevara a su casa.

Rafa entrГі en cГіlera, le gritГі que en su casa no habrГ­a nadie, o estarГ­an ciegos o muertos. ВїQuГ© querГ­a?, ВїquГ© la dejara en la calle?, Вїa merced de los alborotadores?, con seguridad que la violarГ­an entre todos y despuГ©s la matarГ­an. Le dijo que ya habГ­a visto muchos cadГЎveres tirados en la calle, y si esto no ocurrГ­a, de todas formas morirГ­a de hambre y sed. Mientras ella sollozaba le dio un ultimГЎtum, lo que quizГЎs necesitaba era un tiempo para reflexionar y para que aprendiera lo que le esperaba sola, sin ayuda. Le provocarГ­a vivir una situaciГіn similar, padeciendo hambre, sed y necesidades. CortГі la llave del agua y sacГі del apartamento toda la comida y las bebidas que encontrГі en los armarios de la cocina. SaliГі dando un portazo, girando la llave para que no pudiera salir.




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